martes, 26 de noviembre de 2013

El principio de mi amistad con Rosi.

Hay algunas cosas que cuestan escribir más que otras, y en éste caso, (y posteriores que tengan que ver con ésta persona que aquí comento), duele tanto o más que recordar la separación tan “maravillosa” que tuve con mi ex, el vallecano.

Como ya os dije en el anterior post, en Enero del 2.002 empecé a trabajar en una inmobiliaria en Moratalaz; y allí conocí a una chica, a la cual habíamos comentado que llamaría Rosi, y que era la mujer de uno de los socios de dicha inmobiliaria.

Rosi era 10 años mayor que yo, pero aparentaba ser más joven de lo que realmente era.


Para mi gusto, era guapa. Morena, más o menos de mi estatura, delgada, ojos verdes, y además se sabía sacar muy buen partido tanto con la ropa, como especialmente con el maquillaje. Iba siempre maquillada, en ese sentido, yo no me parecía nada, ya que yo normalmente, por aquella época, sólo me maquillaba cuando salía de marcha.

La conocí a los pocos días de yo empezar a trabajar en esa inmobiliaria, un día que vino junto con sus hijas (en aquel momento, la mayor tenía creo recordar que 11 años, y la pequeña 6), a esperar a su marido (bueno, pareja, ya que no estaban casados, pero para el caso…, su marido), para luego ya irse los cuatro juntos.

Se presentó, se sentó en una silla en la mesa que yo ocupaba mientras hacía las posibles llamadas de captación a los pisos que había estado mirando esa mañana, y entre llamada y llamada, ella me hablaba.

Recuerdo, que no tuve una buena primera impresión. En cuanto a físico, sí, como ya dije, para mi gusto era una mujer muy guapa; pero…, no sé…, había algo en ella…, no me preguntéis el qué…, que… NO ME GUSTABA!!!

Después de esa primera visita, obviamente se sucedieron más, y normalmente, después de salir de trabajar, nos íbamos los dos socios, un compañero con el que me llevaba muy bien, Rosi y yo, a tomar algo a un bar que había muy cerquita, antes de irse cada uno a su casa. A veces, venía también una chica que tenían contratada como aprendiz de secretaria (era muy jovencita, y había cosas que se las tenía que explicar yo, ya que no tenía apenas experiencia).

Según iba pasando el tiempo, e iba conociendo más a Rosi, cada vez me caía mejor, y pensaba… “vaya, parece que me equivoqué en mi primera impresión”.

Por desgracia, su relación con su marido no iba muy bien, como ella misma me contó, y como de vez en cuando también se apreciaba, porque aunque intentaban disimular estando en la oficina, a veces, sí que les vimos salir fuera a discutir.

En Abril del 2.002, quedamos Rosi y yo un sábado para salir de marcha, ya que necesitaba desconectar, y la situación con su marido ya era insostenible.

A partir de esa fecha, algunos sábados quedaba con Rosi, y otros con mi amigo D.; pero según pasaba el tiempo, cada vez quedaba más con Rosi, hasta al final salir todos los sábados con ella. Algún que otro sábado que había quedado con mi amigo D., también venía ya Rosi.

Por lo visto, ella y su marido habían acordado, por el bien de las niñas, no separarse, pero que aunque siguiesen viviendo juntos por las niñas, cada uno haría su vida por su cuenta; de ésta forma, decidieron que Rosi saldría los sábados mientras el marido se quedaba en casa con las niñas, y el marido lo haría los domingos.

Así pasó un tiempo, hasta que llegó el verano.

Con el beneplácito de su pareja, Rosi y yo nos fuimos a Peñíscola una semana (al final nos quedamos en Valencia) en Agosto; y después nos iríamos otra semana a mi pueblo, a Galicia, para las fiestas. Cuando volviéramos, se iría él de vacaciones.

Cuando íbamos para Peñíscola, llamé a un amigo mío J., que vivía en Valencia, para quedar a tomar algo, que hacía mucho que no le veía, y luego ya continuábamos viaje.

J. vino con un amigo suyo (al que ya comenté que posteriormente Rosi le puso Michel), y según se vieron… saltaron chispas, se gustaron muchísimo mutuamente.

Esa noche, nos quedamos en Valencia, y salimos de marcha con J. y con Michel; y el plan era, al día siguiente, irnos a Peñíscola, tal y como teníamos planeado.

A la mañana siguiente, Rosi me dijo que había estado hablando con Michel, que porqué no nos quedábamos en su casa, en Valencia; que si eso íbamos a Peñíscola los tres a dar una vuelta, y de paso anular la reserva que habíamos hecho, y que como él vivía sólo, pues podíamos estar en su casa, que aunque sólo tenía una habitación con su cama, en el salón tenía sofá cama, por lo tanto, sitio para dormir, había, y así, aparte de ahorrarnos dinero, Rosi y Michel podrían estar juntos.

Como yo sabía de sobra como estaba la situación con su pareja, y aparte, por lo que nos decían las niñas, su padre se había echado una “amiguita”, pues pensé… “No hacemos daño a nadie, y a Rosi, si tanto le gusta Michel, pues que disfrute. A fin de cuentas, va a ser sólo una semana”.

Después de esa semana, nos volvimos a Madrid para recoger a un tío mío, y ya que se subiera con nosotras a Galicia.

2 comentarios:

  1. Me tienes intrigadisima pensando en la parte buena que te queda por contar

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    1. Tranquiiiiiila..., todo se andará!!! Te vas a sorprender, te lo aseguro!!!

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