martes, 18 de junio de 2013

Preparando la boda.

Después de la propuesta de matrimonio del vallecano, con su posterior aceptación por mi parte en la boda de mi prima, y la resignación de mis padres (no les gustaba nada la idea de que me casase con el vallecano, por un lado, porque era muy joven, tenía 21 años cuando le dije que sí, y 22 cuando me casé; y por otro lado, que no les gustaba para que fuese mi marido), empezaron los preparativos de boda. ¡¡¡TODA UNA LOCURA!!!


Lo primero fue buscar iglesia, ya que nos queríamos casar así. A la primera que fuimos (donde se venera a la Virgen que lleva mi mismo nombre), no fue posible, ya que había una lista de espera de 3 años. Entonces probamos con la segunda opción, que fue la misma donde en su momento me bautizaron mis padres. Ahí, tuvimos mejor suerte, lo único, que nosotros queríamos que fuese por la tarde, pero estaba todo ocupado hasta 2 años después, pero por la mañana, sí que tenían fechas libres. Escogimos la fecha del 09 de Julio de 1.999.

A continuación, buscar salón. Miramos en varios sitios. En el barrio del vallecano, en la C/ Alcalá, en Carabanchel un par de sitios (en uno se habían casado mis amigos a los que no pude asistir a la fiesta posterior hasta tarde, tal y como conté en http://mamaonana.blogspot.com.es/2013/04/feliz-adolescencia-mas-o-menos_15.html), en el Pardo, en la carretera de Toledo (donde se habían casado mis monitores de confirmación hacía unos años)..., y al final, éste último fue el que más nos convenció. Se lo dijimos a mis padres, y vinieron también a verlo, y también les gustó, pero cuando empezamos a hablar de las condiciones, y a la hora que habría que abandonar el salón porque tendrían que prepararlo para la boda de la tarde..., como que la cosa se torció. 


En eso estábamos, cuando un fin de semana le fuimos a llevar unos apuntes a una compañera mía de clase que estaba malita, y en breve teníamos un examen, y contándole el problema, me dijo: "¿Y por qué no miráis en un salón que hay aquí muy cerquita, que se casó una prima mía y estuvo muy bien?". Me dio la dirección, y para allá que nos fuimos. Estaba en el barrio de Fuencarral. Eran... preciosos. Nos encantaron. Buenos salones, menús bastante majos, precios razonables (para aquí, para Madrid)... Se lo dijimos a nuestros respectivos padres, y al siguiente fin de semana fuimos todos juntos; el vallecano, sus padres, mis padres, y yo.

A todos nos pareció bien el sitio, todos coincidimos que era muy bonito el sitio, pero con respecto a los menús, teníamos diferentes visiones. Según mi familia (yo incluida), queríamos un menú que tuviese aparte de marisco, pescado y carne. Según la familia del vallecano (el vallecano no dijo nada), que marisco sí, pero si había pescado, luego no hacía falta carne, o al revés, si había carne, no hacía falta pescado. Nosotros les explicamos que nuestra familia está acostumbrada así, que en Galicia lo hacemos así, y que las bodas que se han hecho en Madrid de nuestra familia han sido así, ya que es a lo que estamos acostumbrados, por lo tanto, cedieron. Luego llegó el turno del vino. Mis futuros suegros, decían que un Valdepeñas, tal y como exponían en los menús que nos entregaron estaba bien, pero mi padre dijo que no, que en mi boda se pondría Rioja, y que si él tenía que pagar de su bolsillo la diferencia, pues la pagaba, pero que un Valdepeñas no estaba mal, pero para una boda, era demasiado cutre (de hecho, cualquier entendido en vinos o en un bar, os lo pueden decir, que no se puede comparar un Valdepeñas con un Rioja). Dimos la señal de reserva del salón, y otro asunto arreglado. Creo que no hace falta decir, que en ésta ocasión, la hora de salida que nos propusieron, nos pareció más adecuada que en el anterior salón que rechazamos.

Luego llegó el tema vestido. Lo empezamos a mirar ya sobre febrero o marzo, ya que había tiempo de sobra (aún faltaban 4 o 5 meses), pero según a todos los sitios que fuimos, íbamos con el tiempo muy justo. Fuimos a varios sitios, me probé varios vestidos, había algunos que me gustaban, pero... no me llenaban. Al final, fuimos a la misma casa de novias donde se lo compraron anteriormente dos primas mías (entre ellas la de la boda donde nos prometimos, la que conté en http://mamaonana.blogspot.com.es/2013/06/noviazgo-con-el-vallecano-parte-iii.html). Elegí 3 vestidos (porque no te dejan escoger más en un sólo día). Probé uno, y nada, probé otro, y nada, la chica que me probaba, me trajo 2 más que ella había visto, y tampoco..., al final, me trajo el tercero que yo elegí, y... sólo hacía falta mirarme la cara para saber que ESE era el VESTIDO. Me cambió la cara... completamente. Era... precioso (o por lo menos, para mí lo era). 


Luego, mi madre y yo tuvimos un pequeño conflicto con la cola. Ella quería un metro más de cola, y yo la quería tal y como estaba, que tenía una poca, pero no era excesiva. Y ella que más, y yo que no, y ella que más, y yo que no, hasta que al final la chica dijo: "Y porqué no hacemos un término medio... ¿añadimos medio metro?". Nos miramos mi madre y yo, y asentimos.

Más tarde ramo de novia, arreglo del novio, y para el recogido. Fuimos a varios sitios, tanto en mi barrio, como en el barrio de al lado, donde vivía una tía (la madre de la prima que se casó cuando nos prometimos). Lo que vimos no nos disgustaba, pero tampoco es que me llamaran la atención excesivamente. En esto, una tarde tuvimos que ir mi madre y yo a la iglesia donde nos casábamos, para preguntarle al cura por los arreglos florales, si los hacían ellos, los teníamos que encargar nosotros..., cómo iba el tema, y nos dijo que en la floristería que había allí casi al lado, era donde siempre hacían los arreglos florales para las bodas que se celebraban en esa iglesia, ya que tenían estipulado con ellos unas directrices de poco más o menos como debían ser, pero que los teníamos que pagar nosotros. Nos fuimos a dicha floristería, ya que los arreglos florales de la iglesia tenían que ser SI o SI en ese lugar, y ya aprovechamos para mirar los ramos de novia y demás; y fíjate qué casualidad, que justo allí encontré MI RAMO.


Y por último, mis zapatos. Igual que antes, miramos en muchísimos sitios (en la C/ Laguna - en Carabanchel -, en el Pº de Extremadura, en el centro...), y al final, un día que me fui a hacer una de las pruebas del vestido de novia, quedamos con el vallecano fuera, y había una zapatería casi al lado, y dijo "Ya que estamos aquí, ¿porqué no miramos en ésta?". Había dos pares, que no me disgustaban, así que me los probé, pero puestos... no me decían nada, entonces, el vallecano vio unos con un lacito en la parte alta de atrás, y me dijo "¿Y éstos?", y le dije que no, que a mi lacitos, no. Y los vio mi madre y me dijo "Pero pruébatelos. A mí también me gustan. Por probártelos no pierdes nada"; y por darle el gusto, me los probé. Menos mal que les di el gusto, porque según vi en el espejo como me quedaban, me enamoré de ellos. Hacía un pie muy fino, muy delicado, y quedaban muy bonitos.

Ya quedaban pocas cosas que hacer.

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