viernes, 7 de junio de 2013

Noviazgo con el vallecano. (Parte III)

Parece que tras llevarse a cabo la reconciliación con el vallecano, tomó buena nota de todo lo que hablamos, dijimos, comentamos, y le solicité en dicha reconciliación; y se aplicó el cuento, muy bien aplicado. Pasó a ser el novio perfecto. Atento, solícito, amable, cariñoso, tierno...; vamos, una joya.

Al principio, los fines de semana seguíamos con la misma rutina de antes, es decir, cine, tomar algo, amigos... Pero según pasaba el tiempo, poco a poco dejamos de salir con mis amigos, pero no porque no quisiéramos quedar con ellos (que yo al menos, me encantaba, y lo deseaba), sino porque teníamos horarios distintos. Leer un poquito más, y lo entenderéis.

Un día, después de haber estado con el vallecano por la tarde y por la noche, como todos los sábados, y cuando ya me dejó en casa a las 23 horas (desde que habíamos empezado hasta ese momento, casi un año después, me subieron la hora de llegada una horita más; al principio tenía que estar a las 22 horas, y en ese momento, ya llevaba un tiempo que había conseguido que me dejasen hasta las 23 horas), mi madre me dijo que no entendía por qué había dejado de lado a mis amigos, y estaba prácticamente exclusivamente, con el vallecano y su familia. "Muy simple mamá", le contesté, "por la hora que tengo que llegar a casa, no podemos quedar con mis amigos". Y me preguntó toda incrédula, "¿Cómo no vas a poder quedar con tus amigos, si llegas a las 11 de la noche a casa?, pero si sales a las 5 o 6 de la tarde, ¿cómo que no puedes quedar con ellos?. Tienes tiempo de sobra"; a lo que le intenté explicar, "Mamá, el problema no son las 5 o 6 horas que hay por medio, que sí, me daría tiempo de sobra; el problema, es que ellos no tienen el mismo horario que yo. Ellos a veces quedan a las 6 o 7 de la tarde en casa de uno de ellos, para jugar al mus, o al scrable, o lo que sea; luego a las 9 o así, cada uno se va a su casa a cenar, para después, volver a quedar a las 10 o 10 y media de la noche, para salir de marcha". "¿Ves cómo puedes quedar con ellos perfectamente?, aunque se vayan a tomar algo a las 10 de la noche, todavía tienes una hora para poder estar con ellos". "Mamá, no puedo quedar con ellos para salir de marcha, porque sí, quedan a esa hora para salir de marcha..., pero se van a Villalba; ¿y yo qué hago?, ¿nos vamos el vallecano y yo también a Villalba, llegamos, decimos esto es Villalba, y nos volvemos para que pueda estar a las 11 de la noche en casa?". "¿Pero cómo se van a ir a Villalba de marcha, teniendo sitios para salir por el barrio como hacíais antes?. Anda, deja de contarme historias y mentiras; no son más que excusas que te inventas. Que el vallecano y su familia te tienen sorbido el seso". "Bueno mamá, cómo tú digas, pero cuando quieras, hablas con M, o con D, o con R, o con quien quieras, o con sus padres, y ya verás cómo no te miento. Que ellos vuelven a casa a las 3 o 4 de la mañana". "No te creo nada, y aunque fuese así, a fin de cuentas excepto M, el resto son chicos, pero como M va con su hermano R que la cuida... Pero tú, a las 11 en casa". "Pues eso mamá, que no puedo quedar con ellos. Luego no me vuelvas a preguntar qué porqué he dejado de salir con mis amigos". Como no, yo siempre era la que mentía, y me inventaba historias, y le iba con milongas...

Llegó el verano, y volvimos a ir al pueblo; y al igual que el verano anterior, el vallecano se vino unos días. Ese verano, como el anterior verano, tampoco vi al gallego.


Pasó el verano, y llegó Septiembre, y con él, a finales de dicho mes, la boda de mi prima S. Como el vallecano, era conocido por gran parte de mi familia, y todos sabían que era mi novio, obviamente también estaba invitado a la boda. Estando ya en el banquete, había mesas alargadas, y mesas redondas; y en una de las redondas nos sentamos unos primos míos, el vallecano y yo, y ya a los postres, la tarta, el café... (vamos, finalizando la comilona), así hablando de bodas, lo que nos había parecido, y demás historias, de repente saltó el vallecano "... y la próxima la nuestra..., bueno..., si tú quieres" (y carita de cordero degollado). Yo no tenía ninguna duda, le quería con toda mi alma, sabía que era el hombre con el que quería pasar mi vida, y formar una familia, y le dije... "SI, QUIERO", y algunos primos que estaban sentados a la misma mesa, empezaron a aplaudir, y a informar al resto de la familia, que ya había nueva boda planeada.


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